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La decadencia de una mujer toxicómana: Mary Tyrone
Katharine Hepburn interpretó este personaje de Eugene O’Neill, inspirado en la propia madre del autor.
Por Alicia Cuevas Publicado en Cine, Literatura 0 Comentarios 10 min lectura
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Mary Tyrone es la protagonista femenina de Larga jornada hacia la noche, obra de teatro escrita por Eugene O’Neill en 1941. Este personaje, basado en la propia madre del autor, representa a una mujer adicta a la morfina que vive entre sueños y pesadillas del pasado.

Todos hemos oído hablar de la morfina y de su poder adictivo, pero dos siglos después de su descubrimiento, este derivado del opio sigue produciendo un efecto destructivo en la sociedad, sobre todo en Estados Unidos. A finales del siglo XIX, la morfina era prescrita por los médicos como tratamiento para el dolor o, incluso, como remedio para la tos, pero este analgésico no suprime las causas que producen una enfermedad, sino que distorsiona la percepción de la mente sobre el dolor.

Eugene O’Neill conocía muy bien los efectos de esta droga. Cuando escribió Larga jornada hacia la noche, se inspiró en su madre para construir el personaje de Mary Tyrone. Este personaje refleja fielmente la vida de Ella O’Neill y su adicción a la morfina, pero no es solo esa la peor de sus desgracias, sino la soledad que la rodea. Vamos a analizarlo.

La novela

La acción transcurre en la casa veraniega de la familia Tyrone a lo largo de un día de agosto de 1912. O’Neill describe a Mary como una mujer irlandesa de 54 años, esposa de James Tyrone, un exitoso actor de teatro retirado, y madre de dos hijos, Edmund y Jamie. Todavía conserva algo de su belleza juvenil: buena figura, ojos grandes, nariz recta y labios gruesos, aunque en conjunto su rostro parece pálido y demacrado. Es una mujer sencilla, con el encanto de una colegiala joven e inocente, pero sus manos delatan un grave deterioro físico y nervioso. 

“Inmediatamente llama la atención su gran nerviosismo. Sus manos jamás permanecen en reposo. Una vez fueron hermosas. Los dedos, largos y delgados, aparecen ahora retorcidos a causa de una artritis que les ha conferido un aspecto más bien desagradable. Como es consciente de ello, así como de controlar los movimientos nerviosos de sus dedos, la gente evita mirarlos.” 

Pero este personaje esconde algo más. Mary es adicta a la morfina desde hace años y acaba de volver de rehabilitación. Su marido confía en que esta vez pueda recuperarse y mantener el control sobre sí misma, pero sus hijos dudan que sea posible, no confían en ella. El equilibrio mental de Mary es muy frágil, cualquier preocupación la desestabiliza, especialmente si se trata de la salud de Edmund, el menor de sus hijos. La sospecha de que haya podido recaer en su adicción la noche anterior preocupa a los tres hombres de la casa. Pero ¿cuál es la causa de su adicción? ¿Qué ha llevado a una mujer sureña de buena familia a consumir morfina durante tantos años?

“Sí. Esta vez da la impresión de que encuentra fuerte y segura de sí misma. Parece otra persona. Tiene control sobre sus nervios —por lo menos lo tenía hasta que Edmund cayó enfermo. Ahora se nota que está preocupada y tensa. Ojalá pudiéramos ocultarle la verdad, pero, si hay que enviar a Edmund a un sanatorio, va a ser imposible. Lo peor de todo es que su padre murió de tuberculosis. Ella le adoraba y nunca ha podido olvidarlo. Sí. Le va a resultar difícil. ¡Pero lo conseguirá! ¡Ahora tiene fuerza de voluntad! Tenemos que ayudarla, Jamie. Todo lo que podamos.”

James Tyrone

La intención de James, Jamie y Edmund es protegerla y cuidarla, pero hasta cierto punto. Están pendientes de ella, pero también quieren salir de la casa y desprenderse unas horas de la pesada carga que supone convivir con una adicta. ¿No tienen ellos parte de responsabilidad en el estado de Mary? Su declive no es debido solo a una enfermedad puntual o al deterioro físico, sino a años de aislamiento, angustia y soledad. Su propia familia es culpable de su decadencia y su adicción y, aunque están dispuestos a ayudarla, la tensión entre ellos es tan fuerte que lleva al límite la resistencia de Mary. 

A pesar de haber sido un actor de éxito y haber ganado mucho dinero en el teatro, James Tyrone es un hombre tacaño y ruin. Desde el comienzo de su matrimonio, Mary le acompañaba en sus giras, esperándolo cada noche en la habitación de un hotel de tercera, mientras él disfrutaba del triunfo de sus representaciones. Con los años, su mujer se resignó a vivir aislada del mundo y de la sociedad, cuidando de sus hijos y siguiendo a su marido, sin poder decidir nada por sí misma. 

“[…] Ya sabes que nunca me han gustado ni este pueblo ni sus habitantes. Para empezar, nunca he querido vivir aquí, pero a tu padre le gustaba este sitio y se empeñó en hacerse una casa. Así que, desde entonces, he tenido que volver todos los veranos. […] Yo nunca lo he considerado mi hogar. Desde el principio todo estuvo mal. Tu padre no quería gastarse el dinero necesario para que las cosas quedaran bien, así que nada es de buena calidad. Por eso no tenemos amigos aquí. Me daría vergüenza que entraran por esa puerta. Pero tu padre tampoco ha querido hacer amigos. No le gusta hacer visitas ni recibir, sino irse al Club o a charlar en en un bar. Como hacéis Jamie y tú, pero la culpa no es vuestra.”

Mary Tyrone

Leer los diálogos de Mary es incómodo. Divaga sobre su juventud, disfraza la realidad a su conveniencia y no quiere darse cuenta de lo que realmente pasa a su alrededor, sobre todo con la enfermedad de Edmund. Todos sus relatos tienen un trasfondo melancólico que termina reflejando el patetismo de su situación. Pero ¿fue siempre así? ¿Es la morfina la causa de su amargura?

Mary provenía de una buena familia, estudió en un convento y tocaba el piano, era el orgullo de su padre, pero en el momento en el que conoció a James abandonó todo su mundo para seguirle. La morfina provoca que idealice su vida anterior y que se abandone a una nostalgia edulcorada de su pasado. La muerte de su padre por tuberculosis sobrevuela en su mente junto al recuerdo de su boda y la fantasía de ser una pianista reconocida o, incluso, una monja devota. 

“[…] Si por lo menos tuviera amigas… Iría a verlas, charlaríamos y nos reiríamos un rato. Pero, claro, no tengo ninguna. Nunca las he tenido. En el colegio, tenía tantas amigas… Sus familias vivían en unas casas preciosas. Yo iba a pasar temporadas con ellas y ellas venían a casa de papá. Pero, claro, como me casé con un actor —y ya sabes la fama que entonces tenían los actores—, muchas empezaron a mirarme por encima del hombro. Y, luego, nada más casarnos, vino el escándalo de aquella amante tuya que te quería demandar. A partir de entonces, todas mis amigas me ignoraron o me compadecieron. Yo odiaba a las que me ignoraban mucho más que a las que me tenían lástima.”

Mary Tyrone

La decadencia de Mary se agrava con un trágico episodio que desencadena una depresión de la que no llega a recuperarse nunca: la muerte de su segundo hijo, Eugene, mientras ella está de gira con James. Este hecho provoca que, aunque ella se siente culpable por haber dejado al niño en casa, termine responsabilizando también a James, por haberla llamado, y a su hijo Jamie, por pegarle a Eugene el sarampión. El efecto de la morfina difumina su culpa en los demás y termina idealizándose a sí misma.

“Solo yo tengo la culpa. Juré que no volvería a tener más hijos cuando Eugene murió. Yo fui la única culpable de su muerte. Si no le hubiera dejado con mi madre para irme contigo de gira… Me escribiste diciendo que te sentías solo y me echabas de menos… Nunca debieron dejar entrar a Jamie, que tenía el sarampión, en la habitación del niño.”

Mary Tyrone

Un tiempo después, dio a luz a Edmund en una habitación de hotel, durante una gira teatral. A raíz del parto, sufrió terribles dolores, pero James no quería pagar un buen médico para que atendiera a su esposa, y se conformó con el médico del hotel, que quiso quitarse de encima el problema recetándole morfina. Mary desconocía las devastadoras consecuencias del consumo de este potente analgésico, ella solo quería dejar de sufrir.  

“Pero la gota que colmó el vaso fue el nacimiento de Edmund. Me puse tan mala… Y aquel medicucho de hotel… Lo único que sabía era que tenía muchos dolores. Le resultó muy fácil quitármelos.”

Mary Tyrone

Así que nos encontramos con una mujer solitaria que ha sufrido la pérdida de un hijo, que vive aislada, sin amistades ni más compañía que su marido e hijos y sin independencia económica. Una mujer atormentada por el temor de que su hijo pequeño sufra la misma enfermedad que mató a su padre, que ha vivido por y para los hombres de su familia, que sufre por su fracaso y que se ha resignado a ser esposa y madre. Su día a día consiste en vagar por una casa que odia, rodeada de objetos y muebles que no le gustan y bajo la eterna sospecha de que vaya a recaer en su adicción. Es demasiada presión para ella, ¿y para quién no? James, Jamie y Edmund beben, huyen de la casa para evadirse de la agobiante atmósfera de la casa, pero ¿dónde puede ir ella? No se le ocurre qué decirle al chófer y le pide a la sirvienta que la acompañe a la farmacia para comprar más medicina. Es lo único que la alivia.

“Te quita el dolor. Te lleva hasta donde no te pueden alcanzar. Solo es real la felicidad pasada.”

Mary Tyrone

Mary termina vencida por la adicción, abrazada a su vestido de novia, ante la mirada desesperada de los tres hombres. ¿Qué otra cosa podía hacer?

¿Por qué la recomendamos?

Porque debemos recordar que, durante siglos, la morfina se recetaba como cura para muchas enfermedades y dolencias (no siempre físicas), sobre todo en el caso de las mujeres. Aunque conocemos la grave dependencia que produce, actualmente vivimos una epidemia de opiáceos que provoca miles de muertes al año, derivada de la prescripción médica legal de sus derivados.  

Si te ha gustado Larga jornada hacia la noche

… No te pierdas la adaptación al cine protagonizada por Katharine Hepburn en 1962.

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