«Calculé que estábamos a domingo, 29 de abril. Pero “domingo” es una palabra civil, sin sentido en estos tiempos. El frente no tiene domingos.»
Los relatos de guerra suelen terminar cuando acaba la batalla y llega la paz, pero es a partir de ese instante cuando comienza, para vencedores y vencidos, una nueva situación desconocida, desconcertante y caótica, un limbo en el que no hay leyes y la supervivencia es el único fin.
La autora describe, de forma implacable, las agresiones sexuales de las que fue víctima por parte de los soldados rusos. No tiene compasión por sí misma, relata cada suceso con frialdad, pero con una extraordinaria cordura y voluntad de sobrevivir. Los saqueos, el hambre, la falta de agua, electricidad y gas, constituyen el día a día de esta mujer durante el apocalipsis que vivió la ciudad a la llegada de los rusos.
«Grito, grito… Detrás de mí se cierra con un sonido sordo la puerta del refugio. […] Les grito: “¡Asquerosos! ¡Me violan dos veces y cerráis la puerta y me dejáis tirada como a una mierda!”. Y doy media vuelta y quiero irme de allí. Detrás de mí hay primero silencio, luego estalla todo el mundo.»
A lo largo de las páginas podemos sentir el miedo, la repulsión, la necesidad, el cansancio, el hastío…, y, sobre todo, el hambre. La búsqueda de cualquier alimento se convierte en el único objetivo diario. La autora relativiza su situación para sobrevivir y toma una determinación escalofriante: ya que los rusos van a violarla, por lo menos que lo haga uno que pueda protegerla y proporcionarle comida.
El relato está acompañado de los de otras compañeras de refugio, vecinas y conocidas, mujeres que sufrieron las mismas vejaciones, incluso delante de los pocos hombres que quedaban en la ciudad, testigos impotentes que no pudieron hacer nada para evitar que los soldados rusos se llevaran a las mujeres como botín de guerra.
No nos extraña que la autora no quisiera desvelar su nombre. Ya solo la impresión que le causa a su pareja, Gerd, la lectura de algunas páginas de su diario, da una pista de cuál puede ser la reacción general ante unos sucesos que normalmente quedan ocultos por la vergüenza.
«Vi cómo Gerd se quedaba algo extrañado. Entre frase y frase se iba enfriando cada vez más. Se le notaba cansado. Nos íbamos tanteando el uno al otro, como desconfiando, y no comentábamos nada personal.»
Parece que en una guerra todo está permitido, excepto tener la frialdad de asumir tu situación de desventaja y tratar de salir adelante, aunque sea a costa de tu propio cuerpo. Gerd no lo entiende, prefiere no saber los detalles de lo que ha pasado su pareja e incluso la acusa de «haber perdido todo el sentido de la compostura». Supongo que la autora prefirió perder la compostura antes que la vida.
El diario no fue publicado en Alemania hasta 1957 (cinco años antes apareció en Estados Unidos), donde quizá era todavía demasiado pronto para asimilar un testimonio tan crudo, y recibió una fría acogida. En 1968 fue reivindicado por el movimiento feminista, pero su reedición en Alemania tuvo que esperar hasta 2001, después del fallecimiento de la autora, que no quería que volviera a publicarse hasta su muerte.
¿Qué puede aportar este diario a los cientos de historias que hemos leído ya sobre la Segunda Guerra Mundial? Quizá un punto de vista vital: el de la sociedad civil que queda atrapada en el conflicto. Fueron principalmente las mujeres, junto a ancianos y niños, los testigos de la destrucción de la ciudad y los que padecieron los bombardeos, el hambre y el saqueo de los vencedores. Y después, retiraron los escombros y ayudaron a reconstruir la ciudad.
Hasta muchos años después de la guerra, hablar de las violaciones que sufrieron las mujeres alemanas a la llegada de las tropas vencedoras era un tabú. Solo en Berlín, más de cien mil mujeres fueron violadas en repetidas ocasiones, a diario, durante las caóticas semanas que siguieron a la caída de la ciudad. Muchas de ellas quedaron embarazadas, o incluso se suicidaron. Aquí puedes leer un artículo sobre algunas de las mujeres que sobrevivieron a estas agresiones, 75 años después.
¿Por qué la recomendamos?
Porque es uno de los escasos testimonios femeninos sobre la Segunda Guerra Mundial. Resulta fundamental para no olvidar que en todo conflicto bélico las víctimas civiles, y especialmente las mujeres, siguen sufriendo los efectos de la guerra incluso cuando ya ha terminado.
Si te gusta este libro…
… No te pierdas estas miradas femeninas sobre la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias:
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