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Diario de una perdida o el infinito poder patriarcal a principios del siglo XX
El diario ficticio de una joven de buena familia que termina convirtiéndose en puta supuso una revolución en la sociedad alemana.
Por Alicia Cuevas Publicado en Literatura 0 Comentarios 7 min lectura
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En Diario de una perdida, Thymian Gotteball es la joven hija de un farmacéutico alemán, que ve cómo su vida queda marcada al quedarse embarazada a los 16 años. Por fin se ha editado en castellano esta gran obra de Margarete Böhme, escrita en 1905 y prohibida durante el nazismo.

¿Cuántas de las mujeres que lean este libro habrán practicado la prostitución? Posiblemente, muy pocas. Pero, ¿a cuántas de ellas, en algún momento de su vida, de forma directa o indirecta, las habrán llamado “putas”? Aquí la respuesta puede ser la opuesta: probablemente a muchas.

Esa reflexión me vino a la cabeza cuando terminé de leer Diario de una perdida, porque a muchas mujeres se las llama putas por ser promiscuas, por despecho, por cambiar de pareja, o simplemente por haber tenido una actitud censurable. Esta palabra parece que engloba muchos significados, pero digo “parece” porque la realidad no es así. En esta novela solo hay un sentido para la palabra puta, no hay ambigüedad ni dobles sentidos. Una puta (o un puto) es una persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero, y eso es lo que hace Thymian Gotteball.

“De una puta, quieres decir —exclamé yo y, sin poder aguantarme más, comencé a sollozar sonoramente. Y por primera vez en mi vida lloré por mí misma… por ser, en realidad, una puta, nada mejor ni más noble que la más pobre de las pobres de la calle que vende su cuerpo por un níquel.”

La mujer protagonista de esta novela se define como puta de una forma tan fría que estremece y enternece, porque ella, ante todo, es honesta consigo misma y no se autocompadece, incluso se ve responsable de su pasado y su destino, como si los hombres que pululan a su alrededor no fuesen culpables de la decadencia de su vida. Y ella sabe que sin ellos no puede existir, porque los que obtienen sus favores la mantienen y, si ella no fuese hermosa, no podría seguir existiendo porque no tiene dinero. 

Pero Thymian también es muchas otras cosas: es una mujer inteligente que habla cuatro idiomas, una emprendedora que intenta trabajar y ganarse la vida de forma honrada, pero que una y otra vez se ve arrastrada a la misma vida, subyugada a la voluntad de los hombres que la desean. 

“La vida conduce a las personas por altibajos. Vagué en el oscuro abismo, tomé impulso para llegar a la cima, hacia un panorama despejado, pero yo no fui lo suficientemente fuerte como para mantenerme arriba; la primera tormenta me derribó y antes de que me diese cuenta, volvía a deslizarme por la pendiente, hacia allí donde ya estuve, solo con la diferencia de que no voy pisando la ciénaga, que el suelo que ahora piso es estable y seco. Y la atmósfera que respiro ahora no apesta como la otra, como mucho tiene para un buen olfato el dulce olor que es propio de la putrefacción de las hojas y flores marchitas.”

A través de su diario conocemos no solo su vida, sino la de otras mujeres que la rodean, y así podemos ver de cerca el proxenetismo de principios del siglo XX, la decadencia física y moral de sus compañeras de profesión, la amistad y la envidia que surge entre ellas y el machismo que impregna sus destinos. 

Porque todos los hombres de la novela tienen una posición de poder, incluso al que peor le va tiene al lado a una mujer que termina haciéndose cargo de sus problemas. Sus faltas son perdonadas u obviadas por la hipócrita sociedad moralista de la época, que descarga su implacable castigo sobre las “mujeres descarriadas”, mujeres denigradas que nunca van a ser perdonadas y a las que no se les permite volver a tener una vida o rebelarse contra el poder patriarcal.

“A menudo me imagino que he muerto. Las personas entre las que vivo ahora son cadáveres. Han agotado su alma y demuestran con su existencia que se puede existir sin tal instrumento. Intencionadamente no he escrito vivir.”

Estas mujeres apenas podían ejercer una profesión, lo que además les costaba una gran suma de dinero en impuestos. La gran mayoría dependían de sus maridos o amantes para llevar una vida cómoda y estable, circunstancia que no sucedía a menudo, y eso es lo que nos muestra Margarete Böhme en esta novela.

Las reflexiones de Thymian se hacen más profundas y radicales a medida que avanza el libro y su enfermedad empeora. Su mirada crítica hacia los ricos y su forma de vida, la religión y ese Dios que se resiste a compadecerse de ella, hace que la historia vaya ganando fuerza y se convierta en un escandaloso alegato feminista. 

“Permanecí en silencio, pero sin quererlo me imaginé haberme convertido en señora de este castillo. Me sobra la nobleza y todo lo que la rodea, pero eso sí lo creo, que una posesión señorial como esta, heredada de generación en generación, le otorga a sus poseedores una determinada sensación, una sensación de ser independientes y estar aislados del ruido del rebaño humano que lucha con todas sus fuerzas por su existencia. Tengo más respeto a estos viejos y orgullosos edificios que dejaron pasar siglos ante sus muros que a sus poseedores.”

Unos años antes de la publicación de Una habitación propia, de Virginia Woolf, Margarete Böhme ya introducía en su novela lo que el dinero podía suponer para la independencia de la mujer. Constantemente, la protagonista hace referencia al valor económico de los regalos que recibe, e incluso intenta que sus amantes le den dinero en efectivo para no perder dinero cuando los empeña, pero ellos son reticentes a dárselo, porque podrían perder el control que ejercen sobre ella.

“Así puede una persona hoy en día, sin mover un dedo, avanzar si tiene un poco de dinero sobrante o, mejor aún, un par de billetes azules en el monedero. El monedero es quien hace a las personas.”

Diario de una perdida tuvo un gran éxito desde su publicación en 1905, llegó a vender más de un millón de ejemplares hasta que fue retirado de la circulación durante el nazismo. Su autora, Margarete Böhme, tuvo una obra prolífica, pero hasta ahora ninguno de sus títulos había sido traducido a nuestro idioma. Esperemos que este libro sea el primero, pero no el último.

¿Por qué la recomendamos?

Porque es un relato crítico de la hipócrita sociedad de principios del siglo XX, una época en la que las mujeres sin recursos estaban completamente supeditadas a la voluntad de los hombres. La cruda visión de la autora supone un valioso testimonio para no olvidar que todavía hay temas incómodos que siguen vigentes cien años después.

Si te gusta Diario de una perdida

… No te pierdas Una mujer en Berlín, el diario de una mujer que vivió la caída de la ciudad al final de la Segunda Guerra Mundial.

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