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Eva, el poder de ser inalcanzable
Jeanne Moreau interpretó a esta mujer fatal en la película de Joseph Losey, ambientada en la decadente Italia de mitad del siglo XX.
Por Alicia Cuevas Publicado en Cine, Literatura Un comentario 11 min lectura
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James Hadley Chase escribió Eva en 1945, y Joseph Losey estrenó la película basada en la novela en 1962, con una magnífica Jeanne Moreau en el papel protagonista. Una historia sobre el poder de la atracción, la sumisión y la pasión más decadentes.

Eva es un nombre que muchos relacionamos con la Biblia y con la representación de la tentación y el pecado original, aunque en realidad su significado está muy alejado de esos conceptos. Su origen es hebreo y se traduce como “madre de los vivientes” o “dadora de vida”. Titular una obra con este nombre está cargado de (no buenas) intenciones, sobre todo cuando ni siquiera es el nombre real de la protagonista.

No es difícil de imaginar que, en este caso, Eva es una femme fatale al más puro estilo de novela negra, una mujer sin escrúpulos, manipuladora y caprichosa, que es capaz de llevar a un hombre a su completa destrucción sin ni siquiera proponérselo. La novela y la película tratan de manera distinta la relación entre los protagonistas, aunque el personaje femenino encarna en ambos casos el poder de la seducción.

La novela

James Hadley Chase tampoco es el auténtico nombre del autor de esta novela, sino René Babrazon Raymond. No fue el único pseudónimo que utilizó este escritor a lo largo de su prolífica carrera, dedicada a la novela negra y de misterio ambientada en Estados Unidos (donde nunca vivió), y muy influenciada por la obra de J. M. Cain, El cartero siempre llama dos veces.

Esta influencia queda patente en el personaje de Eva. Al igual que la protagonista de El cartero…, Eva es una mujer fatal, pero ni su físico ni su forma de actuar se asemejan a la atractiva mujer del cocinero griego de J. M. Cain. Todo lo contrario. Chase describe, en palabras de su protagonista masculino, Clive Thurston, la impresión que le causa el primer encuentro con Eva.

“No es que fuera bonita. Era más bien fea, pero había en ella algo magnético, que me excitaba. Tal vez magnético no sea la palabra justa. Instintivamente sentí que, bajo su máscara, era primitivamente mala y había algo casi animal en su arreglo. Mirarla era como recibir una descarga eléctrica.”

Esta descripción ya nos muestra que Eva representa la maldad. Una maldad intrínseca, primaria, e incluso animal, como Clive dice. Su manera de describir esa maldad es como si se tratase de un poder sobrenatural. No es una atracción física por su belleza, ya que no es una mujer joven y bella, sino una especie de hechizo maligno, diabólico, que le atrae irremediablemente.

Clive es un hombre de éxito, un escritor que vive en Hollywood, donde su pareja es guionista de cine para grandes productores. Clive no atraviesa su mejor momento, hace tiempo que no escribe y se ve presionado para publicar una obra que le permita seguir con su tren de vida. En Eva encuentra a una persona más degradada que él, a la que tendría que poder dominar sin esforzarse, pero ella no se comporta con sumisión, sino con rebeldía e indiferencia.

A lo largo de la novela, varios personajes intentan prevenir a Clive de la trampa que supone relacionarse con Eva, pero el carácter prepotente de Clive le impide alejarse de ella. Tiene que demostrarse que puede dominarla y someterla a su voluntad.

“Solo deseo prevenirlo, señor Clive. Ese tipo de mujeres nunca ha sido bueno para nadie. Y, si me permite que se lo diga, toda tentativa de establecer con ella alguna relación normal va a acarrear un desastre.” 

Pero quizá Eva no es tan mala como Clive nos cuenta. Quizá sea él quien sea “primitivamente malo”, y Eva sea un reflejo de sí mismo: la horma de su zapato. Y es que Clive no es un personaje honesto, más bien es un oportunista orgulloso y machista, que se cree por encima de los demás, aunque en realidad tiene un gran complejo de inferioridad por haberse apropiado de la obra de otro escritor. Casi como si quisiese examinarse a sí mismo, acusa de ese complejo a Eva.

“Su complejo de inferioridad era interesante. Probablemente se debía al miedo ante el futuro. Quería que la tranquilizaran con respecto a sí misma. Como confiaba en su oficio para ganar dinero, eso explicaba la ansiedad acerca de su aspecto físico. Ya no era joven.”

Y, aún así, con sus defectos, Clive es fácil de compadecer. Es un hombre que lo tiene todo: éxito, oportunidades y el amor de una mujer excepcional, y que lo echa a perder por su obsesión por Eva, una prostituta que en todo momento le deja claro su desprecio por los hombres y la indiferencia que él le produce.

“—No te estás enamorando de mí, ¿verdad? —preguntó bruscamente. Casi derramé la taza.
—¿Por qué diablos dices eso? —pregunté.
Ella me miró, hizo una mueca con la boca y volvió a mirar a lo lejos.
—Porque si es así estás perdiendo el tiempo.”

Esta situación lleva a Clive a perder los nervios y a actuar de forma impulsiva y desastrosa. Pierde todo lo que tiene y arruina sus posibilidades de futuro porque no puede quitarse a Eva de la cabeza.

“Estaba enfermo de frustración. La historia no podía terminar de este modo. Dios mío, pensé, ¿qué clase de rata seré para que una prostituta me devuelva el dinero y no quiera verme más? Nunca me había sentido tan total, tan profundamente humillado. […] Tenía que verla. Eva no podía hacerme esto. Había perdido la confianza en mí mismo y era presa de la más negra desesperación.”

Pero ¿qué le lleva a actuar de esa forma? En todo momento, Eva no le alienta, sino todo lo contrario. Trata de desmotivarle y le deja claro que ni le quiere ni le va a querer nunca. Es el desafío imposible de poseerla lo que lleva a Clive a la desesperación e, incluso, a querer matarla, lo que desemboca en una lucha final en la que Eva le azota física y verbalmente.

“¡Ya sé lo que buscas! Eres el peor de todos. ¡Quieres tenerme gratis! ¿Así que quieres llevarme contigo? ¡Vamos, caracol, tengo hombres con más dólares que tus centavos, que quieren casarse conmigo! ¡Pero no los quiero, y no te quiero a ti! ¡Estoy harta de los hombres! ¡Conozco todas sus repugnantes tretas, sus asquerosas mentes! ¡No me encontrarán muerta en una zanja con un hombre, lo juro! ¡Sé lo que buscas, pero no te lo voy a dar!”

Curiosamente, en un momento del libro, Eva confiesa que su nombre real es Pauline. Pero con ese nombre, el carácter del personaje evocaría sentimientos muy diferentes a los que produce llamándose Eva. Sobre el pasado de Eva apenas se cuenta nada. Ella miente, o no responde, porque ella solo existe en el presente, es una mujer idealizada que vive de la imaginación y el deseo de los hombres. Y es que Eva es una obsesión, tan solo eso, un ente inalcanzable e idealizado en la mente de un hombre aburrido. Porque en realidad Eva es una mujer plana, materialista y sin conversación, una superviviente a los deseos de los hombres que se revela contra el papel de prostituta complaciente y se comporta como una especie de ama sadomasoquista que en lugar de lucir cuero, se viste con un salto de cama azul. La fijación de Clive por ella se basa en intentar conseguir el fruto prohibido del jardín del paraíso. Pero en este caso, no es Eva quien se lo ofrece, sino él mismo.

La película

Joseph Losey adaptó la novela de Chase y rodó la película en Italia, probablemente para evitar la censura que en aquellos años imperaba en el cine de Estados Unidos. 

La acción tiene lugar entre Venecia y Roma, por lo que el glamuroso entorno hollywoodiense queda sustituido por la decadente Italia de los años sesenta, un cambio que le da aún más patetismo a la historia. Clive Thurston es ahora Tyvian Jones, un galés de origen minero cuyo primer libro es un éxito que acaba de ser adaptado al cine. El resto de los personajes también deben transformarse para la nueva localización; todos menos Eva, que continúa siendo la misma mujer enigmática, excepto por un detalle: pierde su nombre real, Pauline, y es simplemente Eva Olivier.

“—¿Me encuentras atractiva?
—Mala, cruel, amoral, destructiva.
(Ella ríe)
—Yo me veo fea.”

La película es irregular, pero la interpretación de Jeanne Moreau es de las que no se olvidan. Vemos cómo se mueve por cada habitación, recorriéndolas sin prisa, cambiándose de ropa, fumando un cigarrillo o peinándose, como si cada movimiento fuese imprescindible para definirla. Losey quiso darle más profundidad al personaje a través de la música. Eva aparece en muchas escenas poniendo vinilos y escuchando a Billie Holiday, como si el director quisiese darle una excusa para justificar su materialismo y falta de escrúpulos. 

“—¿Qué es lo que más te gusta del mundo?
—El dinero.
—¿Por qué el dinero?
—Para comprar discos.”

El carácter de Eva en la película mantiene el espíritu del libro, pero en algunas escenas resulta incluso más directo y cruel. Jeanne Moreau pronuncia sus frases cortante, fría, con el rostro impasible, y eso la hace aún más real e inalcanzable. 

“—¿Sabes cuánto va a costarme este fin de semana?
—¿Lo sabes tú?
—Dos amigos, 30000 dólares y una esposa.
—Mi marido nunca haría eso.
—¿El qué?
—Hablar de dinero.”

Visualmente, la película merece mucho la pena. Hay planos extraordinarios donde la imagen de Eva se ve reflejada en espejos, mientras su cuerpo se encuentra fuera de plano, o cubierta con máscaras, un objeto que Losey utiliza de forma recurrente, como otra forma de esconder la verdad o las mentiras de sus personajes. En otras escenas donde aparece Eva, solo vemos sus ojos, atentos y perspicaces, en guardia aunque esté borracha, porque es como un animal que permanece alerta aunque no lo parezca, para protegerse o para cazar otra víctima. Todo esto con Venecia y Roma como escenario, no hace falta más.

“—¿Por qué me evitas? Debes verme.
—¿Debo? Te dije que no te enamoraras de mí.”

¿Por qué la recomendamos?

Porque no estamos demasiado acostumbradas a ver relaciones de poder en las que la mujer sea quien está por encima de forma tan aplastante. La independencia y la crueldad de Eva resultan escalofriantes, pero también lo son la sumisión y la dependencia de los hombres con los que trata.

Si te gusta Eva…

… Prueba a leer otras novelas de J. H. Chase, como El secuestro de miss Bladish, o échale un vistazo a nuestra entrada sobre Mildred Pierce, escrita por su admirado J. M. Cain.

… No te pierdas otras películas de Joseph Losey como El sirviente, El mensajero o M.

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